Después de las fechas navideñas los cofrades nos vemos inmersos de nuevo en los momentos del año que más nos gustan, se multiplican las convocatorias avisando triduos, quinarios, novenas… y se empiezan a conocer fechas de igualás y ensayos. Todos nos ponemos melancólicos recordando viejos tiempos y dejando atrás un río de sueños vividos.
Pero hoy no voy a hablaros de lo que está por venir, que ya habrá tiempo, hoy quiero buscar en nuestras conciencias y examinar nuestros corazones. La vida de hermandad, las cuadrillas y el mundo cofrade en general nos limita nuestro espacio como cristianos, dejándonos al margen de las verdaderas razones por la que nuestras corporaciones están fundadas.
Muchas de las hermandades erigidas en la actualidad tienen como base a cofrades de otras hermandades, ganas de independizarse y hacer un cortijo propio, grupos de amiguetes que en torno a la afición costalera, “priostera” o en busca de un status no hallado en otras esferas de la sociedad se agrupan sin un rumbo fijado.
Las hermandades de hoy tienen como fines propios, la evangelización de sus miembros mediante su formación teológica y espiritual, y el ejercicio de la caridad cristiana. A todo esto habría que sumarle la acción social y otros fines propios que elija ese grupo de fieles, buscando siempre objetivos caritativos y cercanos a los necesitados. Esta serie de requisitos siempre debe ir unido a un mínimo de hermanos que participen y sean una verdadera comunidad. También se debe considerar el número y vitalidad de las Hermandades y Cofradías ya erigidas en la localidad o en la circunscripción pastoral de la Vicaría episcopal, el Arciprestazgo o la Parroquia.
Esto muy resumido podría ser una breve reseña sobre la fundación de las HH y CC que se recoge mas o menos de la misma forma en todas las Normas Diocesanas de Hermandades que conozco (Cádiz-Ceuta, Asidonia-Jerez, Málaga y Sevilla).
¿Cuántas de las nuevas corporaciones pueden defenderse ante tales normas? ¿Qué se antepone a todas las normas para justificar la creación de una Hermandad de otra manera? Y a las ya instituidas ¿Qué les inhibe de seguir cumpliendo las normas que le permitieron fundarse?
El mundo de las hermandades crece más y más globalizandose gracias a las nuevas tecnologías, pero que pena que solo nos llegue lo superficial y lo estético, dejando en el tintero todo aquello que debería ser nuestra bandera y nuestra tarjeta de visita ante la opinión publica.
No podemos permitirnos el lujo de darnos la vuelta ante los nuevos retos y compromisos que demanda la humanidad. Debemos cuestionar las necesidades reales y orientar nuestra labor caritativa de hoy, que nada tienen que ver con la de hace 20 ni 30 años.
Las hermandades han sabido sobrevivir las distintas épocas adaptándose a lo establecido y buscando el camino adecuado para seguir creciendo. Estudiando la historia de nuestras corporaciones debemos darnos cuenta el momento que vivimos y la necesidad de aferrarnos a nuestras normas para defendernos ante la creciente crisis de valores.
Pero hoy no voy a hablaros de lo que está por venir, que ya habrá tiempo, hoy quiero buscar en nuestras conciencias y examinar nuestros corazones. La vida de hermandad, las cuadrillas y el mundo cofrade en general nos limita nuestro espacio como cristianos, dejándonos al margen de las verdaderas razones por la que nuestras corporaciones están fundadas.
Muchas de las hermandades erigidas en la actualidad tienen como base a cofrades de otras hermandades, ganas de independizarse y hacer un cortijo propio, grupos de amiguetes que en torno a la afición costalera, “priostera” o en busca de un status no hallado en otras esferas de la sociedad se agrupan sin un rumbo fijado.
Las hermandades de hoy tienen como fines propios, la evangelización de sus miembros mediante su formación teológica y espiritual, y el ejercicio de la caridad cristiana. A todo esto habría que sumarle la acción social y otros fines propios que elija ese grupo de fieles, buscando siempre objetivos caritativos y cercanos a los necesitados. Esta serie de requisitos siempre debe ir unido a un mínimo de hermanos que participen y sean una verdadera comunidad. También se debe considerar el número y vitalidad de las Hermandades y Cofradías ya erigidas en la localidad o en la circunscripción pastoral de la Vicaría episcopal, el Arciprestazgo o la Parroquia.
Esto muy resumido podría ser una breve reseña sobre la fundación de las HH y CC que se recoge mas o menos de la misma forma en todas las Normas Diocesanas de Hermandades que conozco (Cádiz-Ceuta, Asidonia-Jerez, Málaga y Sevilla).
¿Cuántas de las nuevas corporaciones pueden defenderse ante tales normas? ¿Qué se antepone a todas las normas para justificar la creación de una Hermandad de otra manera? Y a las ya instituidas ¿Qué les inhibe de seguir cumpliendo las normas que le permitieron fundarse?
El mundo de las hermandades crece más y más globalizandose gracias a las nuevas tecnologías, pero que pena que solo nos llegue lo superficial y lo estético, dejando en el tintero todo aquello que debería ser nuestra bandera y nuestra tarjeta de visita ante la opinión publica.
No podemos permitirnos el lujo de darnos la vuelta ante los nuevos retos y compromisos que demanda la humanidad. Debemos cuestionar las necesidades reales y orientar nuestra labor caritativa de hoy, que nada tienen que ver con la de hace 20 ni 30 años.
Las hermandades han sabido sobrevivir las distintas épocas adaptándose a lo establecido y buscando el camino adecuado para seguir creciendo. Estudiando la historia de nuestras corporaciones debemos darnos cuenta el momento que vivimos y la necesidad de aferrarnos a nuestras normas para defendernos ante la creciente crisis de valores.