miércoles, 1 de octubre de 2008

El Nazareno del Cerro del Águila.





Inspirado en las representaciones de Jesús con la Cruz a cuestas del pintor italiano Sebastiano del Piombo, siglo XVI, el Nazareno del Cerro se sitúa a medio camino entre la imagen devocional y el trasunto de las investigaciones de su autor, Juan Manuel Miñarro, acerca de la Sábana Santa, o lo que es lo mismo, entre el naturalismo y la aplicación a la escultura religiosa de los avances experimentados en el campo de la medicina legal.
Pese a su dilatado ejercicio profesional, Miñarro nunca había realizado un Nazareno, aunque lo deseaba, y al final ha sido su hermandad del Cerro la receptora de una donación personal que tuvo un antecedente hace más de una década, cuando el artista modeló una cabeza que finalmente no llegó a traspasar a la madera.
No fue, sin embargo, hasta el inicio de sus trabajos sobre el Hombre de la Sábana Santa cuando el Nazareno del Cerro tomo forma, a partir de una concepción básicamente naturalista que incorpora datos aportados por la Sindone, tanto a través de la policromía como del modelado.
Una de las concomitancias con la Sábana Santa está en las proporciones de la imagen, que mide 1,82 metros, prácticamente lo mismo que la imagen de la Sindone. Asimismo, el cabello recuerda la disposición típica de los rabinos del siglo I, con dos mechones sobre las sienes y un tercero sobre la nuca. La barba es también inusual en Sevilla, al tener tres lóbulos.
La mayor apuesta del imaginero se centró en la policromía y de manera especial en el rostro, al que se trasladan detalles que resultaban insospechados a los imagineros del barroco, como son las diferencias entre las hemorragias arterial y venosa, con su distinto tono e intensidad, el labio inferior roto, una hemorragia nasal que empasta los cabellos del bigote, un edema en el pómulo derecho -«dándole naturaleza morfológica, y no solo color, como es habitual»-, o las laceraciones de la corona de espinas. Y todo ello sin abandonar la necesaria dulzura que provoque la devoción de los fieles. Precisamente ateniéndose a esta necesidad pastoral, Miñarro ha obviado la rotura del cartílago nasal que se aprecia en la Sábana Santa -fruto del bastonazo recibido por Jesús en la casa de Caifás-, herida que ha sido sustituida por un hematoma que marca el lugar de la fractura. Una nota interesante en la composición es el empleo de cristal para dar la sensación de gotas de sangre -técnica que ya utilizó Miñarro en el Yacente de Almogía (Málaga)- e incluso para insinuar una lágrima en el rostro del Nazareno.
La imagen pretende ser, según su autor, la representación de un momento congelado en el dinamismo del movimiento de un hombre que rachea abrumado por un gran peso. Por eso, el modelado ha sido cuidado al máximo, de manera que todo él dé la sensación, desde todos los ángulos posibles, del momento en que el Nazareno está a punto de dar un paso arrastrando el madero a partir de un movimiento que huye de la «pose» tradicional que se observa en esta iconografía.
El Nazareno del Cerro ofrece, por demás, un acercamiento a la escuela granadina de escultura, proclive a llevar la Cruz sobre el hombro derecho, según la creación que de esta iconografía hizo el jiennense Pablo de Rojas. Todo ello hace de esta imagen una apuesta arriesgada a la que Miñarro asegura no tener miedo. «Mi miedo hubiera sido hacer una imagen que no aportara nada nuevo, y no es así», apostilla.(Fuente: Diario ABC)



2 comentarios:

Trianeando dijo...

Me encanta la talla, es espestacular. Miñarro, lo ha bordado con esta imagen, el día que salga a la calle va a causar sensación . . . Magestuoso, sí señor.

Besos ar Comando Caballa, Alex.

Caballa dijo...

Ira Reguera delante...mmm aiimmmm q te veo x el Cerro ya mismo...aunq mejor x un Olivo de Santiago q es el q te mereces!!!
Ole mi Alex
Un abarzo hijo!