Cuanto más vivo la Feria...más me gusta la Semana Santa.
Deberían aprovechar una de las siete mil encuestas preelectorales de intención de voto para determinar con todo rigor sociométrico un pálpito que tenemos muchos: que gustarnos, gustarnos, lo que se dice gustarnos, aquí lo que nos gusta de verdad es la Semana Santa, no la Feria. Cuando abren las flores de los naranjos, todo el mundo dice: «Ya huele a Semana Santa». Los capillitas rabiosos, en cuanto da la última campanada de la Nochevieja, dicen en pleno cotillón:
-Ea, ya falta menos, ya mismo está aquí Domingo de Ramos.
Por el contrario, cuando abren las blancas y humildes acacias de las aceras, cuando en las esquinas fijan los carteles del abono de los toros, nadie, que yo sepa, dice:
-Ya huele a Feria.
De la Semana Santa nos queda esa nostalgia de puerta de San Lorenzo que se cierra con la Soledad. La Feria no sólo no tiene capillitas que la barrunten impacientes, sino ni siquiera nostalgia cuando se acaba. Aquí no hay: «Ea, hasta el año que viene, si Dios quiere». Por eso decía que se deberían aprovechar las encuestas electorales para saber la verdad. Para que con todas garantías, sin horquilla de equivocación que valga, se le formulara al sevillano la pregunta del millón:
-Si solamente pudiera usted vivir una de las dos fiestas y le dieran a elegir entre la Semana Santa y la Feria, ¿con cuál se quedaría?
Me pongo lo que quieran a que más del 80 por ciento de los sevillanos se quedaría con la Semana Santa. ¿Por qué? ¡Cualquiera sabe! La Feria es la gran desconocida, porque apenas tiene bibliografía. Y casi ni literatura. ¿Dónde está el Rodríguez Buzón de la Feria? La Feria, por no tener, no tiene ni pregón. Con lo que gusta aquí un pregón, hay Pregón Taurino, pero no pregón de la Feria en sí. Y es tal el desapego real del sevillano por la Feria, que ya han visto lo que ha ocurrido este año, como en los inmediatos precedentes: que la gente ha ido a la Feria los primeros días, y se ha quitado de enmedio conforme se acercaba el final. Es como si en Semana Santa la gente se fuera a la playa en cuanto el Carmen Doloroso entra en La Campana. De «Feria de más a menos» han calificado la del 2007. La Feria de las calles llenas y las casetas vacías, como tituló Alberto García Reyes una de sus espléndidas crónicas con farolillos. Sin que nadie lo ordene, la gente hace como el Ayuntamiento ha mandado para los coches de caballos. Los carruajes con matrícula par pueden entrar unos días al paseo y los impares, otros. Bueno, pues la gente, igual, 50 y 50: la gente de Sevilla va a la Feria hasta el jueves; los forasteros, a partir del jueves.
Y me hago otra pregunta del millón: si la Feria como parece va a menos, ¿merece la pena gastarse lo que nos vamos a gastar para trasladarla al Charco de la Pava, si cada vez van menos sevillanos? Por otra parte, esta Feria degradada y sin glamour, ¿aguantaría otro traslado? La Feria del Prado tenía tanta fuerza y pujanza que sobrevivió el trasplante a Los Remedios. ¿Lo aguantará esta Feria de Los Remedios, que está degenerando en una velada de pueblo grandota o en un botellona con trajes de flamenca cortitos, como Marisol en «Un rayo de luz»? Esta Feria cursi donde no sólo sacan coches de caballos los promotores inmobiliarios y los constructores, sino que, como dice Gregorio Conejo, yo creo que enganchan ya hasta los ferrallistas, los encofradores, los escayolistas y el chófer de la cuba de los escombros. Con las cursiladas a la inglesa más ridículas y falsas del mundo. Los cocheros de chistera y los lacayos de bombín, todos vestidos de etiqueta...pero de etiqueta del Yoni Gualquer o del Tío Mateo. Y los caballos, con fundas de croché en las orejas. ¿Dónde está el empaque campero y recio que tenía la Feria? Así que lo dicho: que piensen muy bien lo del Charco la Pava. Ahora, que si se trata de que los que enganchan peguen otro pelotazo más de los suyos con los terrenos de Los Remedios y se hagan más nuevos ricos todavía, yo no he dicho nada. De algún sitio tiene que salir el dinero para hacerles a los caballos las ridículas funditas de croché para las orejas.
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