Hasta que Antonio Burgos allá por los años 60 no fuera becario del ABC, la crónica cofrade era aburrida, repetida y sin ningún aliciente. Las crónicas eran las mismas de un año para otro pues en esas fechas los responsables de estas secciones o bien se quedaban paseándose por Sevilla o se iban a la Costa a relajar sus plumas.
A partir de mediados de los 70 aparece un cambio en la prensa cofrade y todas las publicaciones, comienzan a editarse los Boletines Extraordinarios de HH y CC, con estudios, archivos gráficos y artículos donde la opinión comienza a primar.
Desde entonces han proliferado las secciones, revistas, boletines y todo tipo de publicaciones en papel, esto ha enriquecido las hemerotecas de los periódicos, los archivos de las hermandades y como no los de los particulares.
Han pasado casi cuarenta años de esta revolución que disparo las hermandades a los medios, llevando la Semana Santa de Sevilla fuera de la provincia y creando una escuela que caló para crecer de forma similar en toda España.
La prensa cofrade ha sobrevivido a la transición y supo adaptarse en los años noventa, ayudándose con promociones audiovisuales y mil y un coleccionables. En la actualidad sobrevive a la era de Internet uniéndose a la red a través de paginas webs donde incluyen todos sus contenidos.
La prensa cofrade ha pasado desde el más puro ostracismo a ser un sección obligada en los diarios durante todo el año.
Llegado a este punto me gustaría hacer hincapié de los valores de la prensa y su difusión, que si en ocasiones supone un verdadero avance en otras no aporta absolutamente nada. Parece ser que algunos son verdaderos herederos de los Señores que se iban a la costa en Semana Santa, dominando, como si hubieran vivido esa época, el arte de escribir sin decir nada. Este tipo de buitres proliferan firmando hasta las convocatorias como si firmaran una esquela mortuoria, son verdaderos artistas de la simpleza del cierre de edición.
Las motivaciones para inmiscuirse en la prensa cofrade son diversas y algunas, sin duda, de muy dudosa ética, más inclinadas a lo absurdo de la vanidad más vacía y ruin que estimulados por la grandeza multidisciplinar que las cofradías nos ofrecen.
El baremo o la medida de la importancia que se le puede dar a la mala prensa cofrade está en quien los lee. Aunque resulte dura esta afirmación, la divulgación aceptada por los lectores y por la dirección de determinados periódicos habla de conformismo, de desidia y de pasividad ante una verdadera lacra cofrade, cuya virtud es rellenar un hueco vacío de contenido para justificar un seguimiento inexistente de la actualidad cofrade.
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