Gregorio Fernández es el creador de un prototipo del tema a partir de esta escultura.
El cuerpo es esbelto, recogido sobre si mismo y bien construido también por el dorso. Las facciones de la cara de Cristo transmiten el cansancio del momento y hacen evidente el pathos barroco. Un aspecto curioso es la posición que adoptan los dedos de las manos: los dedos índice y meñique aparecen muy doblados en ángulo mientras el corazón y el anular permanecen rígidos al pecho.
La cabellera es ondulada y bien trazada. Un rasgo característico de las obras de Fernández y de su época es la representación de Cristo con abundante barba, bigote y pelo.
En lo que se refiere a la indumentaria, debemos decir que el desnudo es total aunque se cubre la cadera con un paño de tela encolada. Esta forma de incluir la tela no es habitual en las obras de Fernández aunque se usó profusamente en la escultura procesional de principios del S. XVII.
La obra aparece policromada. Tiene a un tono rosado, el cabello está repintado, y en el cuerpo se hacen patentes las heridas y los regueros de sangre, consecuencia de un largo sufrimiento.
Como postizos, encontramos los ojos de cristal y el paño añadidos que dan un mayor realismo a la obra.
Esta magnifica imagen la podemos contemplar en el Museo Catedralicio, Valladolid.
El cuerpo es esbelto, recogido sobre si mismo y bien construido también por el dorso. Las facciones de la cara de Cristo transmiten el cansancio del momento y hacen evidente el pathos barroco. Un aspecto curioso es la posición que adoptan los dedos de las manos: los dedos índice y meñique aparecen muy doblados en ángulo mientras el corazón y el anular permanecen rígidos al pecho.
La cabellera es ondulada y bien trazada. Un rasgo característico de las obras de Fernández y de su época es la representación de Cristo con abundante barba, bigote y pelo.
En lo que se refiere a la indumentaria, debemos decir que el desnudo es total aunque se cubre la cadera con un paño de tela encolada. Esta forma de incluir la tela no es habitual en las obras de Fernández aunque se usó profusamente en la escultura procesional de principios del S. XVII.
La obra aparece policromada. Tiene a un tono rosado, el cabello está repintado, y en el cuerpo se hacen patentes las heridas y los regueros de sangre, consecuencia de un largo sufrimiento.
Como postizos, encontramos los ojos de cristal y el paño añadidos que dan un mayor realismo a la obra.
Esta magnifica imagen la podemos contemplar en el Museo Catedralicio, Valladolid.
1 comentario:
Gracias x la info
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