Sevilla se apresura en modernizarse sin tener presente su belleza innata y sus señas de identidad. Una metrópoli que creció forjada por las culturas que pasaron para hacerla única e irrepetible, una hermosura concebida por la mano de los siglos y por la historia que hoy se quieren cargar políticos progresistas. Por un lado el disparate del la Seta de la Plaza de la Encarnación y, por otra parte, el proyecto de la Torre Pelli de 178 m que amenaza con cargarse la singular silueta que perfila el horizonte de la Híspalis.
La ciudad se ha convertido, en pocos años, en una urbe desestructurada que crece buscando un modelo de urbanismo extraño que de ninguna manera necesita.
Antonio Cattoni nos muestra las torres de la ciudad como símbolo e imagen impresa que dejaron las civilizaciones y culturas que moraron a las orillas del Guadalquivir. Buen momento para hablar de los símbolos, esos que ahora quieren rechazar aunque hayan formado parte de nuestra cultura durante siglos.
1 comentario:
Que belleza Amigo, la veas desde donde la veas . . .
Es un trozo de cielo en la tierra.
Que ganas tengo de veros.
Besos desde la Ciudad del Ensueño.
Sevilla.
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