Recuerdos de una tarde abrileña
en el banco de una iglesia, donde unos pocos contados, sin saberlo, abríamos una
nueva senda. En el altar, mi amigo con una libreta empezaba a desglosar un decálogo
de ideas, esbozos de un camino que nacía sin más pretensión que destapar el
tarro de las esencias.
Hoy, pasada una decena de años,
puedo decir que aquello fue el principio de una bella locura que ya es una
realidad que camina y sigue tomando forma por ese escenario llamado Jerez.
Alguien puede pensar que fue un
camino de rosas, que todo fueron ánimos y que la vida se puso de su parte para
que todo saliera a pedir de boca. Y no, no fue así, la adversidad en forma de
desdicha apareció mil veces buscando frustrar el decálogo de aquella libreta.
Libreta de apuntes que subrayaban mandamientos de un oficio que siempre fueron
para él innegociables. La libreta mezclaba oficio y valores, vida y costales,
sueños y realidades, formalidad y compromiso. Y algo que siempre fue su seña de
identidad: la amistad forjada con lealtad y que compartía una realidad clara y
rotunda: “el oficio de costalero”.
De allí salimos un grupo humano
que mantuvimos el hilo de esos apuntes de certeza. No nos pudo el tiempo ni la
desidia. Éramos y seremos una piña, por muy lejos que estemos, por mucho que no
siempre se pueda, persiste imborrable aquella esencia. Esa que nos llevó a
sacar pasos todos juntos allá donde fuera, de noche de vasos, de ferias y
convivencias. Grupo humano que fue creciendo bajo un mismo sentir común,
compartiendo, ampliando almas que hoy lo hacen numeroso y firme, tal como se
pensó aquella vez primera.
Ni los reveses de la vida, ni
aquellos ingratos que nunca vieron más allá, ni aquellos que en algún momento quisieron
subirse a un carro que no acepta vanidades ni intereses. Nadie puede tumbar
unas formas que defienden con esmero la verdad del que busca y preserva la “dignidad
del costalero”. Dignidad del costalero: concepto éste denostado con argumentos
sin base y que pretenden quedarse con lo externo. Ahonden, profundicen y
conozcan que debajo de los pasos también hay historias humanas que sirven para
darle más sentido, si cabe, a ese gran honor de llevar a Cristo y a su Bendita
Madre.
Impulso orgulloso de mis palabras
al ver que los años han servido para darle sentido a una libreta que no ha
perdido ni un ápice de rigor. Los avatares, la salud, la familia, la madurez,
tu hijo y la adversidad no te han cambiado, al contrario, han afianzado ese
borrador de proyecto que sigue sumando tardes de primavera.
Libreta de ropas bien hechas, de
costales bien tirados, de puntualidad, de compromiso con el compañero, de
honestidad, de unión, de respeto a la experiencia, de obediencia, de ser uno
más sin destacar ni apariencias, de las risas cuando pegan y de silencios
cuando el trabajo así dispusiera. Libreta que en mi recuerdo hoy merecían estas
letras, en este momento, cuando las cofradías van llegando y el trabajo ofrece
su recompensa.
Semilla de años que dejaste en
Sevilla y que Sevilla recuerda. Que trasladaste a Jerez, ahora de otra manera,
y que va tomando forma como las botas en las bodegas van adquiriendo matices nuevos
para que nunca se pierda ese puñado de apuntes firmados de puño y letra. Los
míos, siempre los míos, de Jerez de la Frontera.